Cigarettes

La luz de un sueño, la obscuridad de un despierto. El aro rojo que jamás veo, el humo que nunca presiento y el aroma que siempre me golpea.

.ZIP

4/7/2025

Hace ya un tiempo que me golpean los cigarrillos que imagino encendidos. Ya ninguno los fuma, ya los que lo hacían dejaron de hacerlo, y las colillas ya por fin desaparecieron. La taza de calavera que un día robé también reposa impoluta e inútil, ya no veo los aros rojos sacados de un averno. Pero me siguen golpeando esos malditos cigarrillos, aún cuando no siento su aroma, aún cuando no tengo memoria.

Esa maldita melodía que ni si quiera tengo pruebas de haber escuchado, pero se siente extraña y cercana, me transporta a un lugar que está a unos pasos de mi memoria, pero a muchos de mi alma. Allí un condenado, un tiempo que no se puede eludir, una sentencia dicha por mi verdugo, ejecutada por mí. Sentado en una cama que no podré volver a sentir, en una luz que no me volverá a consentir y con un cercano aroma que ya no puedo atraer a mis laberintos.

Pero así suenan esos nunca absueltos cigarrillos, que se burlan de mí y de mi dolor, porque nunca han sabido que realmente esa melodía movida y elocuente es una práctica sangrienta y dolorosa. Me han desgarrado el alma una y otra vez conforme pasan los días, esa canción vuelve a sonar porque la vuelvo a poner, la tortura de una cárcel, un panóptico sin vigilante que yo mismo encerré. No me puedo ir, no puedo dejarla, sigue volviendo y lo que me importa sigue sin ser.

Habitamos entonces ambos en este plano de obscuridad resuelta, dicha y terminada. No hay misterio ni oportunidad, ni esperanza a la que llamar. No hay cambio que mire cerca, esto ya lo he vivido y se siente diferente, está vez no hay un espectáculo ni un mito, no hay si quiera un beneficio cesante. Ahí radica ese un-sent que quizá nunca debí escribir, ahí está para siempre ese deseo que nunca cumpliré.

Algún día enterraré todo, espero sea pronto si no quieren dejar de sonar esos cigarrillos. Mientras tanto, cuento los días y son eternos, la impaciencia siempre ha sido mi mayor defecto, y aún así me quedo. Un Tsukuyomi me tiene atado y mi ejecutor se ha ido, estoy encerrado, por fin, para siempre.